No, dame el modelo ajustado. Estas palabras deben escucharse con frecuencia en los vestuarios. Los jugadores exigiéndole al utilero la remera ajustada. Pero no seamos anacrónicos, actualicemos los términos. Aggiornemos el lenguaje del fútbol a la era del espectáculo. Podemos cambiar la palabra jugador por la de modelo, la de utilero por la de vestuarista, y la de vestuario por camarín. Si, ya sé, estoy siendo un poco exagerado, permítanme la catarsis.
Otra de las características de este mundial –junto a las vuvuzelas y la jabulani que dobla demasiado- es la de los futbolistas con remeras apretadas. Si bien es verdad que en el anterior mundial ya se empezaba a percibir esta cuestión, en este, la infinidad de primeros planos lo hace muchos más obsceno. Agreguemos, han cambiado las transmisiones televisivas; de las cámaras enfocando centralmente el campo de juego, o siguiendo en algunas ocasiones al jugador que lleva la pelota, a una actualidad en donde no podemos mirar de manera continua el campo de juego por más de treinta segundos sin que aparezcan los replay en primer plano de un jugador que se lamenta por el gol errado, se toma la cabeza, escupe, putea o grita el gol. Además de estas repeticiones, vemos hasta la saturación primeros planos de cuerpos en movimiento disputando una pelota, chocando o cometiendo fules. Primeros planos de pectorales, muslos, gemelos, rostros…Toda una estetización del fútbol. No importan tanto los planos- secuencia, no interesa poder percibir el mayor porcentaje posible del campo de juego (quizás aquí se traduce de manera más clara la perdida de experiencia del espectador televisivo, en comparación con el espectador tribunero, en donde podemos ver todo el campo de juego –oh, el anhelo de la totalidad- y podemos argumentar sobre cómo se para defensivamente un equipo o como se mueve el conjunto del team en ataque o en defensa).
Sabemos que desde que el futbol se televisa la cámara se conecta a la pelota. La sigue por los diferentes lugares y recovecos del campo de juego. (Todo lo contrario a lo que nos decían en alguna escuelita infantil cuando empezábamos a patear una pelota, “Siempre hay que seguir al jugador, y no a la pelota”, dogma casi bíblico para el defensor). Nunca vamos a ver por la pantalla lo que hace un jugador cuando no tiene la pelota (como se mueve, donde se ubica para recibirla, como lee la jugada, como ordena al equipo), quizás lo podemos ver en un segundo plano (por ejemplo el delantero que se mueve en el área esperando el balón, o el que entra y sale de la zona de off side esperando el pase al vacio).
Es verdad, también la televisación del futbol es importante, agrega a nuestra campo de visibilidad variables que en la adrenalina del estadio no podemos ver. Si, los famosos detalles. Pensemos en el cambio que hizo en nuestro país el telebeam, cuando finalizaba el partido los jugadores le decían al movilero, “No sé, esta noche lo miraré en fútbol de primera” (¿recuerdan ese horrible primer telebeam? jugadores virtuales muy feos…y la implacable sentencia de Macaya, “Esta en orsai, no cabe duda”. Pero bueno, esta es historia para algún texto que problematice la relación futbol y tecnología…). El problema es otro. Hoy en día vivimos el imperio de los detalles. Valga otro ejemplo de nuestro futbol, el programa de T y C sports paso a paso, en donde vemos cámaras fijas en los banco de suplentes o mandando al frente a algún jugador (reclamándole algo al compañero, o no dándole bola a una indicación del técnico).
En este mundial estamos viendo cada vez menos plano-secuencia o profundidad de campo, en su lugar cada vez mas interrupciones de la visión de cancha por planos (repeticiones) de indicaciones del DT (Cuando juega Argentina Maradona es enfocado en innumerables ocasiones), o de músculos en movimiento. El pasaje de la toma al campo de juego al close up de los jugadores top-model. Todo este cambio acompañado por la emergencia de los imperativos sociales de belleza y plenitud física. Y claro, por acá viene la cuestión: la cámara acompaña deseos sociales. (los surfea, los conecta, los televisa). Aceptemos que hubo un pasaje en el mundo de los iconos sexuales. Del galán de cine y el rock star al jugador de futbol. Si, los futbolistas han superado en la escala de objetos sexuales inclusive a los actores de telenovelas. (Que para rankear en el top ten del sex appeal tienen que encarnar a jugadores de futbol). Desde acá se entienden las remeras apretadas, los pectorales marcados, el pelo arreglado, los rostros impecables (parecen photoshopeados, casi no tienen imperfecciones). Atrás quedo el estereotipo del futbolista grasa, el antihéroe. (Que bien encarna Eber Ludueña, el ejemplo museístico de cuando los players no eran los más deseados por las mujeres). Pero hoy en día todo cambio “Todas quieren ser botineras”. Y este es un fenómeno global; pensemos en Inglaterra, el metro sexual Beckham y Victoria Adamas o en Italia en donde los jugadores de la selección son los modelos de ropa mas codiciados. Y también tenemos ejemplos en nuestro país (mi memoria televisiva, “Ojo, la primera botinera fue Pata Villanueva, que salía con el conejo Tarantino”, es verdad contesta un amigo, yo creía que la primera había sido la mujer del pájaro Caniggia).
Los jugadores de fútbol tienen más horas de publicidad, televisión y revistas que de cancha. Por eso hoy en día hombres y mujeres se disputan los objetos eróticos. No lo neguemos, para nosotros –hombres- los jugadores de futbol también son objetos de deseo, pero por otras cualidades (la habilidad técnica, los huevos que ponga en la cancha, lo tribunero que sean). Producto de la experiencia televisiva del mundial –los partidos vistos en grupos amplios de hombres y mujeres- note que los match se miran desde dos dimensiones. (Hay miles de dimensiones o interpretaciones, pero sinteticemos la cuestión). Se escuchan las categorías de buen o mal jugador (o con huevos o pecho frio) y por otro lado lindo o feo. A riesgo de que me acusen de misógino, debo decir que estas categorías sociales son nuevas para el mundo del futbol. El futbol incorpora a un nuevo espectador (el espectador esteticista, el que goza con las tomas pornográficas de las partes del cuerpo envueltas en telas elastizadas y mojadas). En el partido contra Nigeria y ante un comentario femenino sobre el impresionante físico de Jonás Gutiérrez, no aguante y salte mal con un “Che, porque no miran como juega cada jugador y no si es lindo o feo, además Jonás Gutiérrez se parece a un muñeco de Hi –Man que tenía cuando era chico, pero en versión narigón.” Al instante me di cuenta de que yo también había caído en la trampa. Apelé al comentario esteticista para retrucar. (Y no es para menos, ante tantos perfect bodies uno tiene un complejo de inferioridad).
En la cancha de futbol (no solo en la revista de moda o en la película pochoclera) se exhiben cuerpos modelados por la estética publicitaria. Además, los futbolistas se transforman en las nuevas presas de los paparazzis (Ibrahimovic y Piqué en dudosa muestra de afecto, Canavaro posando para revistas gays en Italia, Beckham inundando las revistas de moda…). Y adentro del verde césped, muchos jugadores están pendiente de las cámaras de TV; festejan o erran un gol y enseguida posan de frente a una cámara. En el ranking de estos jugadores-gatos. (Y sí, no aguantamos mas, empezamos a bardear…) esta Ronaldo. El portugués es quizás el más irritante de los jugadores-nike, hace muecas a la cámara, se ríe (siempre parece estar gozando a sus rivales), está pendiente los 90 minutos del look. Es la encarnación del gato. ¿Cuánto duraría en una canchita de barrio antes de que vuele la primera mano? Pero aunque nos duela, en nuestra selección también tenemos top models. Hasta Tevez (el jugador del pueblo) sucumbe ante estos males de época. Luego del partido contra Nigeria, un periodista le hace una nota (una de las tantas notas de color que brindan los mundiales), Tevez llevaba un bolsito de mano, el periodista le dice, “Abrí el bolsito, ¿qué llevas?”, Tevez comienza a mostrar frascos de todo tipo (perfumes, cremas para el rostro, shampoos), el movilero lo apura y le dice “Uh, si te vieran los pibes del barrio”. “No, quédate tranquilo, contesta Tevez, que los pibes están en la misma”. Y si, se trata de una estética que atraviesa diferentes tramas de la vida social. ¿Qué quedó del futbol entendido como axioma incondicional de la identidad masculina? Su actualidad se parece más a esa escena de Los Simpsons en la que Homero desconfiando de la heterosexualidad de Bart decide llevarlo a una tradicional fabrica fundidora de los EE UU. (el reducto imperturbable de la masculinidad…), una vez adentro, uno de los obreros propone hacer un párate en el tiempo laboral. Se escucha una música de boliche de fondo, todos se sacan los cascos y comienzan a bailar, El mundo se ha vuelto gay… dice incrédulo Homero.
En este registro esteticista del futbol vemos rostros con cama solar, cejas depiladas, pieles sin imperfecciones… (Texturas de videojuego). Y molestan las cicatrices en el cuello de Tevez, la cara graciosa de Di María (como dice un amigo, se parece a un personaje de la revista Condorito), los kilos de más de algún jugador, los joggings que usaba Maradona. Queremos dejar testimonio; desde este blog bancamos a muerte a los jugadores que usan remeras holgadas, que no le dan pelota a la estética, que no les importa que los enfoque la cámara de TV si tienen que soplarse los mocos con la manga de la camiseta…
Si, no tenemos problema en decirlo: Somos anti-gatos. Los chetos que quieran lucir ropa apretada que vayan a desfilar… (Bueno, no vayamos tan lejos que nos quedamos sin los cracks del mundial…). Estamos cansados del porno-futbol. Parafraseando a Luca; No se olviden de posar en la disco o en la cancha…
quiero chuparle la pija a ronaldo, a messi y a david beckham. a los tres juntos y que me tiren su leche en la cola!!!
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