Este es un blog que creamos para narrar nuestra experiencia mundialera. Partimos de una certeza: el mundial como acontecimiento global secuestra nuestros estados de ánimo (altera nuestra rutina cotidiana rediseñando los flujos de tiempo que nos ordenan socialmente. Se vuelve prioridad. Todo lo demás queda minimizado; si no nos es posible huir fisicamente de la rutina laboral-social, lo hacemos de manera mental...). Pues bien, en este blog colgaremos los partes diarios de ese secuestro. De esa abducción futbolera. Serán como las cartas desde Honolulu. Comentarios caóticos, o mas reflexivos, nuestros o de los amigos, recortes de diarios o imagenes de publicidades, todo puede colarse. Todo lo que deje la resaca de estas huidas afectivas. Asi como el mundial será la televisión encendida de estos días (las vuvuzelas de los sudafricanos son el zumbido que auspicia de banda sonora)...Este blog auspiciará de libreta de notas futbolera. Estan todos invitados a participar de esta alucinación colectiva (que otra cosa es un mundial?).

Una aclaración: este blog está hecho por varios, siempre la firma es colectiva , pero las posturas probablemente difieran...



domingo, 4 de julio de 2010

A descolgar los trapos (o la campana sonó y despertó tus tristezas...)

Barthes escribió en algún lado que no existe aquello del elogio de la locura, el loco no escribe, no puede hacerlo. En la locura no hay escritura (los que lo hacen serian locos impostores). Pongamos que sería lo mismo el acto de escritura ante la tristeza y la angustia. Sabiendo de la dificultad intrínseca de esta mediatización intentemos arrojar unas líneas. Ayer, pocos menos de una hora después del mediodía, tuvo lugar otra eliminación de la selección Argentina en los mundiales (Nuevas imágenes de dolor y angustia que ingresan sin filtro a la memoria colectiva). De nuevo Alemania. No hizo falta que terminara el partido, el 2 a 0 marcado por Klose, actualizo el trauma.
Todo se detuvo por unos segundos, un silencio sepulcral invadió el ambiente. Solo se escuchaban las voces –lejanas, nunca tan lejanas (ahora si, por fin, nuevamente encerradas en la pantalla del televisor) de los comentaristas del partido; los editorialistas interesados de una angustia que desbordaba por los cuatro costados a las pantallas. Esas voces también eran descarnadas. Por un lado nosotros en las sillas, parados , o sentados en el piso ocultando nuestros rostros entre las manos, llorando o destilando bronca, en todos los casos; shokeados. (Por suerte el futbol es uno de los pocos reductos en que está permitido desplegar las subjetividades lacrimógenas en público). Mientras las reacciones corporales (cuerpos en carne viva) se confundían y se atropellaban, el televisor y su realidad se replegaba y se alejaba de nuestras vidas, dejábamos de ser el mundial, ser-Maradona y la selección, pero también nos despedíamos lentamente de esos devenir-periodistas (esas horas y horas de tv y notas deportivas que consumimos en estas semanas), toda esa escenografía (periodistas, jugadores, publicidades, luces y emotividad al mango) empezaba a desinflarse, dejaba de ocupar todo el espacio de nuestra cotidianidad y lentamente –como partículas de mercurio que retrocedían para buscarse y fundirse en una sola gota- se envolvían volviendo a los marcos de la pantalla de TV. Si, la realidad se nos aparecía brutal y descarnada sobre el rostro. De un lado, un televisor, del otro nosotros juntando nuestros pedazos. Esta es una de las tantas cuestiones por las que reivindicamos al fútbol, (su dimensión afectiva, no a su faceta mercantil. Si es posible esta separación en medio de lo promiscuo y retro alimentante de esta convivencia…). Pocas situaciones de la vida social nos ponen ante la evidencia desnuda del poder de la Realidad. Si, con mayúscula. Pocas veces sentimos en nuestra sensibilidad y en nuestros estados de ánimo un rechazo más visceral por lo dado, por lo obvio y macizo de su materialidad. Un malestar sentido de manera intensa y desbaratadora. Excepcionalmente experimentamos el malestar que ocasiona la Realidad.
¿Qué hacer con este malestar? , ¿Se puede habitar de manera potente?

El partido finalizaba y sobre nosotros (un nosotros que empezaba a separar sus letras, los individuos que empezaban a desengancharse de esa máquina deseante…) caian capas de angustia y tristeza. Si, sobre las pieles, como un rocío. Una tristeza que tiene una composición carnal, no es algo etéreo, se puede palpar en el aire. La densidad de un aire que empieza a tornarse irrespirable. Transitamos las zonas de tristeza colectiva. Y aquí, la primera certeza desgarradora: ¿Por qué estos días de alegría, de climas festivos, de amague de uno-primordial se viven en “comunidad” y la tristeza, el dolor, la angustia que no pierde su ser colectivo se ve empujada a vivirse de manera individual? . Angustia doble: la angustia por la pérdida de esas intensidades y fuerzas sociales (alegres) vividas colectivamente, y angustia porque las mismas intensidades, las mismas pasiones (pero de signo opuesto, tristes) también de carácter colectivo, deben ser vividas, asimiladas, procesadas, habitadas de manera individual. En pocas palabras, si ganamos vamos todos al obelisco a festejar, si perdemos cada uno a llorar a su casa…

Entonces el tiempo social, festivo, alegre, carnavalesco empieza a dejar lugar al tiempo homogéneo y vacio que sentimos caer sobre nuestros cuerpos. Lo sentimos como si estuviéramos parados bajo un temporal. Pocas veces la conciencia individual esta tan marcada (Pocas veces adjunta tanto dolor). Todavía no finaliza el film del mundial y ya aparecen en la pantalla escenas de la cotidianidad laboral. Uy, que garrón ir el lunes a laburar. Y si, todo parecía haberse aflojado, haciéndose más liviano, más soportable. Eso parece ser el mundial, un estado de alucinación colectiva que predispone terrenos sensibles para hacer menos duro “el choque” de la Realidad. Sabemos (y en nuestras tierras de sobra) que la Realidad no cambia durante estas semanas, pero lo que cambian son nuestras disposiciones anímicas: anestesiadas para recibir algunos dolores. (si, un uso copado del carácter opiáceo del futbol…).

Terminaba el partido y los posibles que se habían abierto en estos días se esfumaban como diálogos de comics (te imaginas festejando la copa del mundo, borrachos en el obelisco…). Como voy a extrañar esto…se lamenta en el final de juego, un amigo. ¿Qué es esto que se va a extrañar? Algo parecido (lo más parecido que conocemos entre nosotros, quizás junto a la fiesta roquera…) a la actualización de una comunidad. Lo social que se reviste de su forma lúdica, amigable, amontonable…Eso social que roba las mascaras individuales, que nos pierde en la masa confusa…Una imagen que conjura toda esta experiencia colectiva es quizás la del himno versión-pibe que tanto escuchamos y vivimos en estos días. Si, el oh oh ooooooooh, que nos recuerda al pogo de algún recital… Todo esto es lo que se pierde, todo esto es lo que se desfonda y se diluye bajo nuestros pies cuando se abre ese agujero negro del game over.

Nos mirábamos, alguno o alguna con un resto anímico (admirable realmente) invitaba a comidas o a planes colectivos. Y si, como no aceptarlos, todo era cuestión de retrasar la inevitable vuelta a la individualidad. Diálogos entrecortados sobre las causas de la eliminación, catarsis, frustración, y el objeto de deseo que se esfuma (se convierte en objeto perdido, nuevamente. O bien, vuelve a ser objeto de deseo pero en una dilación temporal de casi un lustro…). Un clima de velorio, silencios o chistes forzados para la ocasión, de esos que tienen como objetivo el mero escapismo. También televisores en mute. Imágenes rapsódicas, los Simpsons o films melodramáticos de cable. (Este es un buen remedio, ver films que provoquen emociones intensas: miedo, excitación sexual, angustia…Todo sea por olvidar el trauma mayor.).

Una angustia difícil de erradicar, es esa angustia que se encarna en la cotidianidad; un zapping como mera gimnasia de escapismo mental (y cuando el control se detiene en algún canal deportivo aparece esa sensación ambigua que también acontece frente a lo que nos provoca horror; nos tapamos el rostro con las manos, pero dejamos los dedos abiertos para espiar algo...pasan los dolorosos replays de los goles Alemanes…) , nos preparamos un café, o vamos al baño y sufrimos las taras mentales, los lapsus en que nos vemos raptados por los flashbacks del partido…(un cabezazo de Muller, un disparo de Klose…). Una tristeza que colorea y envuelve la cotidianidad: una cotidianidad que queremos silenciar (porque para hablar del trauma aparecen las editorializaciones mediáticas). ¿Cómo hacer este duelo colectivo?.

Y entre tanta tristeza nos percibimos mal predispuestos para los spots televisivos y los eslóganes mediáticos…Si, los mismos que aun en contra de nuestra voluntad, tocaban nuestros nervios íntimos, surfeaban nuestros ánimos, ahora nos caen tan mal; nos provocan nauseas los cínicos “Dejaron todo”, “Gracias por la ilusión”, y todas esas mierdas. Ahí si se nos aparecen cínicos; como si un mundial involucrara únicamente a 11 jugadores de futbol y un DT, ¿Qué carajo me importa si tal o cual esta triste o si lloro o no cuando finalizo el partido o si puso o no huevo?, en estos momentos me importa mi tristeza, la de mis amigos, la de mis familiares…No pienso negociar mi angustia y mi tristeza alienándola en la figura de un ídolo abatido. Vuelven a ser jugadores de futbol y yo y nosotros volvemos a nuestra vida cotidiana. Mientras termino de gotear estas palabras la TV muda muestra a “miles de personas en Ezeiza” (según el videografh), recibiendo al equipo, se muestra el viaje de regreso, la vuelta de los jugadores al país… ¿Y nuestro regreso de Sudáfrica?, ¿Y nuestra amarga vuelta a la cotidianidad?, ¿Y nuestra tristeza? A nadie le importa. Yo no soy esa multitud mediática. De vuelta el repliegue sobre nosotros mismos. Guardemos los trapos, los pibes seguimos sin mundial.

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